En cambio fue puro el debut de Norberto como ganador con Chevrolet. Una situación que como era de imaginar desempolvó anécdotas en su memoria. “Aunque no lo crean el primer auto que manejé fue un Chevrolet, era uno amarillo que tenía mi papá para andar por el campo” contó antes de responder con un “si me dejan” a la posibilidad de manejar en el TC un Chevrolet, la única marca que le falta en la popular categoría.
“No creo que tenga problemas en adaptarme a estos autos” decía Norberto el viernes antes de subirse oficialmente por primera vez a un Súper TC 2000 y cuando según dijo ya con la victoria en el bolsillo, no soñaba con subir al escalón más alto del podio. También aquel viernes descartaba cualquier presión por heredar un Cruze que Agustín Canapino dejó ganador. Tal vez en esos dos meses que mediaron entre la firma del contrato y el anuncio oficial conocido el jueves, vio que tenía el respaldo suficiente del equipo y la categoría para que éste fuese un retorno con gloria.
Tan justo como le cayó este triunfo a Fontana para relanzar su imagen le cayó a la categoría la victoria de un piloto referente que vaya a saber por qué en algún momento intentó descartar por “ser caro”.
Fue también la frutilla para el postre de un espectáculo altamente atractivo que ya arrancó con series ásperas, donde paradójicamente se eliminaron entre si los Chevrolet de Matías Milla y su tocayo Muñoz Marchesi. La final estuvo más tranquila y apuntaba a consagrar el intuido triunfo de Néstor Girolami sobre un Peugeot 408 que parecía inalcanzable, hasta que el síndrome de la rotura de la goma entró en acción, cambió el panorama y le dio un toque emotivo e interesante a la imagen final de la carrera. Fue un momento importante en la jornada de Rafaela que recibió la primera prueba del año de la categoría.
“Tranquilo que el segundo puesto es bueno para este debut” escuchó Norberto de su equipo cuando a 4 vueltas del final el 1-2 de los Peugeot 408 empezó a diluirse al retrasarse Canapino por desgaste de la goma. Fue lógica la propuesta pero más tentadora para la ambición de Fontana era ver que la posibilidad de ganarle a Girolami no estaba tan lejos. Era cuestión de transitar a fondo esos curvones donde Girolami cuidaba pensando en cuidar el desgaste de los neumáticos y también de cerrar los ojos y encarar al límite las dos chicanas. Si quería ganar, no había otra receta para compensar con esa mejor puesta a punto la mayor velocidad en recta del Peugeot.
“Me jugué y acerté” se enorgulleció Fontana sobre esa maniobra, que con su cuota de presión, confundió a Girolani y cambió el destino de la carrera a dos vueltas del final original. El ingreso del auto de seguridad, paradójicamente en acción por el sorpresivo parate del otro Chevroelt de Vivian en uno de los curvones alargó el suspenso porque criteriosamente el reglamento prevé finales sin neutralizaciones.
Hubo entonces un par de giros más a velocidad pura. Simplemente sirvieron para darle algo más de emoción. Nada cambió. Con su capacidad, experiencia y oportunismo, Fontana concretó el regreso soñado. El Súper TC 2000, el mismo que un momento lo desplazó con el argumento de que era “caro y había cumplido su ciclo” agradecido. Todo una ironía en este mundo del automovilismo. Acaso, sean las vueltas de la vida.
COMPARTIMOS ESTA EXCELENTE NOTA DE CLARIN POR LA TRASCENDENCIA DEL TRIUNFO DE FONTANA EL ULTIMO DOMINGO
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